miércoles, 24 de noviembre de 2010

Tercer Programa: Juventud y Movilidad.

En una ponencia ofrecida por una profesora de Ecología Política hace unos días en Córdoba, se trató sobre un tema que a los que hacemos este programa nos preocupa muchísimo. La pregunta era: “Si los jóvenes no se hacen preguntas, si no se les enseña a plantearse dudas y a resolverlas dentro de los nuevos paradigmas y retos que nos plantea el momento actual, ¿quién va a tener la capacidad de transformar el sistema?”

Cuando aquí hablamos de un nuevo modelo de movilidad, no estamos haciendo sino eso: plantearnos, desde nuestra visión como jóvenes constructivos, los problemas que tenemos, pero también que creamos, al desplazarnos por nuestra ciudad, desde una visión más global que la actual, e intentar darles luz, sacarlos a pasear por vuestras conciencias. También, por supuesto, proponer nuevas soluciones y aportar capacidad de trabajo transformadora a nuestro entorno. Creo que es lo mínimo que los jóvenes nos tenemos que exigir si queremos tener legitimidad para reclamar unos cambios que nos lleven a una mayor equidad en lo social, una menor dependencia energética y un impacto urbano y medioambiental lo más reducido posible de nuestro modelo de transporte.


En este contexto, el cómo afronten los jóvenes de hoy en día su forma de desplazamiento parece que deber ser uno de los condicionantes principales a la hora de abordar una política de movilidad sostenible a largo plazo. Para eso necesitamos datos: saber qué necesidades específicas de desplazamiento tienen los jóvenes y cómo las cubren actualmente, que grado de autonomía poseen, y sobre todo, qué alternativas o propuestas nos conducirían a resolver sus problemas y sus impactos en un marco de una mayor habitabilidad urbana. Si las administraciones no ofrecen alternativas razonables que incentiven a los jóvenes a no depender de un coche o una moto para realizar sus tareas diarias, si los medios de comunicación siguen ofreciendo y consolidando modelos juveniles que ligan el éxito a la velocidad, como el bombardeo mediático al que somos sometidos cada vez que hay una carrera de motociclismo o fórmula 1, o si los padres siguen proporcionando y financiando a sus hijos un vehículo a motor por conseguir determinados objetivos, valorando únicamente razones de comodidad que éste les aporta, estaremos avanzando en la dirección equivocada. Seguiremos pidiendo más plazas de aparcamiento, aunque antes sólo hubiera un coche por familia, y ahora en muchas ocasiones ya lleguen a cuatro. Seguiremos ocupando un espacio inmenso en nuestra ciudad y causando impactos no reversibles en ésta.

Pero si por el contrario, favorecemos, desde cualquier ámbito, la expansión de una cultura en la que el caminar y el desplazarse en bicicleta no sean vistas por los jóvenes como alternativas de “pobres”, sino como las alternativas con menos impacto urbano. Si favorecemos una imagen del transporte público como un auténtico beneficio social y comunitario, eficaz, frente a la vilipendiada imagen de éste como última alternativa para el que no tiene otro medio de desplazarse tan habitual en la publicidad, estaremos fomentando personas autónomas y socialmente responsables de los impactos que generan.
Ese era el sentido que los que trabajamos en la mesa de Habitabilidad del IV Plan Córdoba Joven quisimos imprimirle a las propuestas que se elevaron en este ámbito para su inclusión en dicho plan. Y de ahí surgió la iniciativa de este programa que ahora escuchais: los jóvenes queremos ser parte de la planificación de la ciudad, queremos transformarla, y buscamos canales para conseguirlo, después del fracaso en este sentido de las políticas actuales.

Afortunadamente, cada vez es más habitual descubrir jóvenes que con su bicicleta o su billete de autobús están aportando un bien para la comunidad, que actualmente no se reconoce, pero que desde esta columna reivindico. Espero que estos nuevos valores, los de los jóvenes que comprendemos, en mayor o menor medida, que el actual modelo sólo carga sobre nuestras espaldas una deuda económica y ecológica que acabaremos pagando, vayan sustituyendo de forma rápida a aquellos otros que han predominado en las conductas y las políticas de las generaciones precedentes.




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